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Luego de un año de pandemia debido a la irrupción de covid-19, el concepto de nueva normalidad parece haber desaparecido de los medios; ya sea porque luego de doce meses viviendo bajo el estilo de vida que impone el confinamiento masivo, la inestabilidad económica, el miedo al colapso sanitario y al de nuestros propios cuerpos parece haberse establecido como una normalidad ya muy vivida, o bien porque lo entendemos como aquello que está por venir, superada la crisis, y que aún no muestra luces de hacerse presente, lo evidente es que ya internalizamos la idea de lo nuevo, y que la vida como la conocíamos antes de esta crisis representa indefectiblemente lo antiguo, que se ha ido para no volver.

Esto, en gran medida porque el antiguo ciclo se mostró incapaz de dar respuestas en los tiempos y formas que requería una crisis como la que estamos atravesando. La globalización mostró su fracaso al no articular prácticamente ninguna colaboración intercontinental para evitar colapsos regionales y la fragilidad del neoliberalismo quedó al descubierto al no sostener el aseguramiento de derechos esenciales, como la salud para toda la población, así como una estructura económica mínima para evitar que 120 millones de personas en todo el mundo hayan vuelto a sumirse en la pobreza extrema[1]. Lo que era global se develó como atomización, lo que era liberal se mostró como mera libertad individual y lo que era otro apareció como amenaza. El filósofo italiano Giorgio Agamben comentó a principios del año pasado: “[…] de alguna manera, aunque inconscientemente, la plaga ya estaba allí […] aparentemente, las condiciones de vida de las personas se habían vuelto tales que una señal repentina fue suficiente para que aparecieran como lo que ya eran; es decir, intolerables, como una plaga”[2].

Confirmadas nuestras sospechas respecto de lo que significaba el ciclo anterior –sospechas que parecíamos querer no enfrentar mientras viéramos que la frágil promesa de abundancia era cumplida–, rápidamente en los primeros meses de pandemia pareció surgir entre la población un sentimiento de comunidad que representaba una esperanza de salvación en medio de la crisis. Solamente conectando con lo otro es que conseguimos sentirnos a salvo en medio de un escenario amenazante. Fue así como, por ejemplo, surgieron las ollas comunes en los territorios más desfavorecidos y que la liberación de diferentes contenidos de las industrias creativas se transformó en una tendencia. Lo nuevo apareció como un ciclo claramente marcado por una resignificación de nuestra relación con lo otro.

Las industrias creativas, por definición, son las plataformas llamadas a trabajar con el concepto de lo nuevo; la creación es un camino hacia aquello que se experimenta por primera vez, en donde se resignifican permanentemente las relaciones epistemológicas, estéticas y éticas que marcan el desarrollo de las diferentes culturas. Es por ello que, en este tránsito histórico, en que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, estas industrias juegan un rol clave en aquellos tres ámbitos en que se da la interacción humana.

Si nos detenemos para pensar qué implica realmente este rol de resignificación de nuestras relaciones, la primera reflexión que debemos hacer es que la creación, en este nuevo escenario mundial, obliga a preguntarse constantemente quiénes somos, quiénes son ese otro, cuánto se conoce del otro y cómo el nosotros puede ampliar su dimensión identitaria de una forma que hasta antes de la pandemia no sentíamos imaginable.

En tanto que editorial universitaria, recién iniciada la pandemia nos preguntamos cómo podíamos ponernos al servicio de nuevas prácticas sociales para resignificar el ecosistema del libro[3]. Después de un año de iniciada la crisis sanitaria, que perjudicó enormemente a las industrias creativas en el aspecto económico, algunas de nuestras reflexiones hoy se nos presentan con mayor certeza y claridad: para enfrentar esa nueva etapa era preciso poner en valor tanto los aspectos asociativos como la diversificación de los contenidos. Lo primero debería verse traducido en alianzas estratégicas con sellos editoriales afines y lo segundo en un impulso a las publicaciones que representen un diálogo con aquello otro, abriéndonos a una hospitalidad –entendida como la expresa Lévinas, esto es, como una acogida de la otredad–.

Estos dos aspectos, a la luz de la resignificación de aquello que entendemos como identidad y de la derrota de la globalización como antes la entendíamos, traza un camino que nos conduce a pensar en nuestra región latinoamericana, en tanto que agentes creativos de una institución del Estado y, por ende, con un claro compromiso con su entorno significante. Ser una plataforma para las creaciones nacionales y, sobre todo, las que nacen en el seno de nuestra institución es nuestra misión primera. Sin embargo, el advenimiento de lo nuevo nos obliga a repensar nuestro rol regional. El establecimiento de alianzas estratégicas con sellos afines de países vecinos y la publicación de autores internacionales –con los que compartimos una historia y un territorio– es la expresión concreta de esa hospitalidad, en la cual aquello otro se vuelve significante para nosotros, así como nosotros también nos volvemos para ello.

En este contexto resulta relevante observar cómo este cambio viene determinado por las interacciones concretas que ha adoptado la población y no por un impulso visionario de las industrias. Una muestra de ello es que, preguntadas las editoriales chilenas por cuáles son los mercados con los que les interesaría mantener ruedas de negocios, en una encuesta realizada por Editores de Chile sobre necesidades en pandemia, el listado países de la región representa solo un tercio del total, mientras que la lista es dominada por países del primer mundo[4].

La globalización impuso una noción de comunidad identitaria como una agregación de individualidades que dejó fuera a la otredad, la cual quedó relegada a categorías prefabricadas de las que aún no nos despojamos del todo: razas, migrantes, refugiados, latinos, entre otras, aniquilando conocimientos y lenguajes plurales. Nuestro rol hoy en día es resignificarlas. Debemos acercarnos a una nueva visión de lo nuestro, en tanto que diálogo de lo nacional con los imaginarios, discursos, culturas, éticas y estéticas de nuestros países vecinos. El comportamiento lector en Chile ya nos habla de que en los últimos años el consumo, al menos de lo nacional, ha sido realmente significativo. Durante 2020, entre los libros más vendidos estuvieron los de José Maza, Pedro Lemebel, Jorge Baradit, entre otros. Y, por cierto, también los de Chimamanda Ngozi Adichie, con quien compartimos las categorías a las que nos relegó la globalización. Por otra parte, en nuestro caso particular como editorial, gracias a las acciones implementadas, concretamente aquellas en las que se liberan contenidos gratuitos, hemos constatado que al menos el 10% de las descargas corresponden a personas de otros países, interacción que ha ido en aumento en cada ocasión. La señal se hace cada vez más evidente y debemos adoptar acciones concretas en este sentido, de modo de institucionalizar estos esfuerzos.

Estos últimos, sin duda, también requieren de un impulso a la traducción, pues no debemos olvidarnos de la importante presencia haitiana en nuestro país, ni de un vecino con tamaño y potencial continental como es Brasil. En los ámbitos académicos y de la industria del libro, se suele hablar de las letras y las ciencias latinoamericanas como si se tratara de una unidad bien consolidada, pero lo cierto es que se deja afuera a una esfera lingüística significativa, como es el portugués. En general, en los países hispanohablantes existe un exiguo conocimiento en relación con la producción cultural de Brasil, con lo que se ha generado una barrera imaginaria que muchas veces ha quedado justificada en la diferencia idiomática. Ya lo decía en 1926 el modernista brasileño Mario de Andrade: “No rincão da Sulamérica o Brasil é um estrangeiro enorme[5]. Y a casi cien años de aquella tajante observación, la situación no es muy diferente. Es por ello que se considera necesario acercar su variado repertorio cultural, que constituye igualmente un ámbito a partir del cual se proyectan visiones de mundo que ayudan a entender nuestra identidad como región. A pesar de esto, entre todas las traducciones inscritas en Chile en 2020, el portugués ocupó apenas el cuarto lugar con 17 títulos, después del alemán (24), del francés (49) y del inglés (221)[6].

En ese sentido, muy grata ha resultado nuestra experiencia como Ediciones UTEM al publicar en 2018 la primera traducción desde el manuscrito original en portugués de Pedagogía del oprimido de Paulo Freire, el cual se transformó en nuestro libro más requerido y en nuestro lanzamiento más concurrido desde aquel año, y el cual, debido a su éxito, ganó una segunda edición bilingüe. Esta experiencia es replicable con el criollo haitiano e incluso con las lenguas indígenas de nuestros pueblos. Es por ello que el propósito de publicación 2021 es profundizar en esta dinámica, además de incrementar la participación ferial internacional, con el propósito de aumentar las relaciones con la zona y así seguir moviendo la frontera de la mutualidad y generación de comunidad.

Los diálogos, interacciones, cruzamientos, imbricamientos, alianzas y parcerias interregionales existen; el otro sudamericano es y ha sido un nosotros. Rubén Darío publicó su primer libro de poemas en Chile; Vinicius de Moraes entabló amistad con Gabriela Mistral ­–mientras ella era cónsul en Petrópolis– y Pablo Neruda (dedicándole incluso un libro), y este último a su vez fue amigo con Jorge Amado; Paulo Freire trabajó en Chile en proyectos ligados a la Reforma Agraria; Glauber Rocha grabó una película en nuestro país durante la Unidad Popular encargada por Televisión Nacional, entre tantos otros ejemplos.

Estos diálogos han definido rumbos poco conocidos de nuestra historia, se han actualizado y continúan replicándose, y hoy incluso se podrían entender como actos de resistencia ante las dinámicas algorítmicas de los medios digitales, donde los principales factores de descarga y compra en plataformas, como Amazon, dicen relación con el mapa de conexiones idiomáticas, temáticas y por tipo de autor y género.

Nuestra misión, entonces, como industria creativa, es posicionarnos frente al epistemicidio y al semiocidio regional impuestos por el proyecto global, con vistas a ampliar nuestro concepto de identidad y los límites del territorio, así como generar un intercambio sinérgico de autores y redes colaborativas que doten de mayor bibliodiversidad y versatilidad a los sellos editoriales. Pues, como dice el historiador brasileño Luiz Antonio Simas, “no hay salida para la crisis en la que estamos sumergidos hasta el cuello si nuestras perspectivas de reconocimiento del otro no son ampliadas, incluso en el fértil terreno de la teoría del conocimiento y de las reflexiones sobre el ser”[7].

Columna de opinión por

Nicole Fuentes
Encargada de Extensión Universitaria y de Ediciones Universidad Tecnológica Metropolitana, UTEM.

Cristián Jiménez
Coordinador de Ediciones Universidad Tecnológica Metropolitana, UTEM.

Foto de portada por Freepik


Notas:

[1] Ver más en: https://news.un.org/es/story/2021/03/1490032

[2] Agamben, G. (2020). Reflexiones sobre la peste. Publicado en su blog Una voce. Compilado en: Amadeo, P. (ed.) (2020). Sopa de Wuhan. Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemia. Recuperado de: http://iips.usac.edu.gt/wp-content/uploads/2020/03/Sopa-de-Wuhan-ASPO.pdf

[3] Ver más en: https://editorial.utem.cl/2020/04/23/de-la-crisis-a-la-oportunidad-editoriales-al-servicio-de-nuevas-practicas-sociales-para-resignificar-el-ecosistema-del-libro/

[4] Ver Consulta Editores de Chile ‘Necesidades en pandemia’ (2020): https://www.uchile.cl/portal/extension-y-cultura/vicerrectoria-de-extension-y-comunicaciones/observatorio-del-libro-y-la-lectura/estudios/84324/estadisticas-sobre-el-libro-y-la-lectura

[5] Citado en Schwartz, J. (1993). Abaixo Tordesilhas! Estudos Avançados, 7(17). Recuperado de: https://www.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0103-40141993000100008

[6] Ver Reporte Estadístico ISBN (2020): https://www.uchile.cl/portal/extension-y-cultura/vicerrectoria-de-extension-y-comunicaciones/observatorio-del-libro-y-la-lectura/estudios/84324/estadisticas-sobre-el-libro-y-la-lectura

[7] Simas, L. A. (2020). A ararinha e o encantado do Arari. En Simas, L. A.; Rufino, L. y Haddock-Lobo, R. (eds.) (2020). Arruaças. Rio de Janeiro: Bazar do Tempo.