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Columna de opinión por
Paola Aceituno Olivares

Foto de portada por Farisori: Mural «Educación: pasado, presente y futuro» (2009), de Marco Antonio Hernández Albarrán. Detalle del interior. Concepción, Chile.

Recientemente, científicos de nuestro país han participado y jugado un rol articulador, a nivel internacional, en el proceso que condujo a la obtención de la primera imagen de un agujero negro. Un hito extraordinario que, entendemos, marca un antes y un después para el desarrollo de la investigación espacial y el futuro de la humanidad y que constituye un gran ejemplo de cómo la cooperación, la coordinación, el compartir conocimientos y crear sinergias traen aparejados beneficios palpables y duraderos.

Sin embargo, esto no es lo habitual en un modelo de sociedad como el que hemos ido construyendo, basado más bien en la competencia y la ventaja individual o corporativa que en la cooperación; lo que, sin perjuicio de los beneficios económicos que conlleve, ha traído un rezago importante en el desarrollo de nuestro país, especialmente, en el diseño e implementación de las políticas públicas.

En efecto, la priorización de agendas propias –en todos los niveles y sectores– del privilegio de ganancia y visibilidad política, de intereses económicos y de manejo de información ha impedido un avance o crecimiento en el ámbito de la planificación estratégica y la prospectiva, pues al estar radicada en compartimientos y comportamientos estancos, tanto en el sector público como en el académico, ha sufrido retrasos como herramienta y actitud mental para gestionar el futuro, reducir la incertidumbre y construir en el largo plazo; a diferencia de lo ocurrido en otros países en los que la prospectiva se ha integrado de manera transversal, en diferentes niveles decisionales.

Entonces, no obstante, el escenario colaborativo mostrado por la astronomía –y hablando desde el área que nos interesa–, en vez de tender a colaborar y articular conocimiento en torno al futuro y aprovechar la sinergia que generan los esfuerzos en un área en particular del conocimiento, se ha tendido a fragmentar el mismo.

Ello, entre otras cosas, ha disminuido el interés académico, colectivo y político por la planificación estratégica o los estudios prospectivos; sus avances se invisibilizan y los resultados se socializan escasamente, disgregándose según la voluntad de personal que cambia constantemente. Tampoco existe una real supervisión, seguimiento, vigilancia o contraste respecto del comportamiento de lo planificado versus lo implementado (más allá del control por metas autoimpuestas que conllevan un premio económico, bono, etc). Los grandes esfuerzos e intereses, parecen querer seguir manteniéndose en la etapa de diseño y no en lo que se conoce como el eslabón perdido (Hargrove) de las políticas públicas, esto es, su implementación.

En la práctica, los saberes que interesan en esta materia, en general, están asociados al impacto político de corto plazo, y no a la demostración y cumplimiento de los resultados previstos y esperados.

Este desconocimiento (real, ficticio o intencional) de lo que se ha realizado crea espacios para que, sin ningún escrúpulo, se observen variados, cambiantes, superpuestos o contrapuestos rumbos respecto al futuro y cómo lo abordamos. Ejemplos contemporáneos de lo anterior hay varios, tales como políticas o estudios de futuro de sectores ligados a ministerios o servicios que poseen diferentes horizontes temporales (justificados o no) al 2050, al 2030, al 2025, 2040 o 2020, etc., lo que se agrava por la falta de comunicación entre las agendas de las diferentes instituciones ligadas al Estado, caminos y metodologías diferentes, resultados no compartidos, falta de monitoreo, entre otros.

Por otro lado, tampoco existe un ente que recoja los reportes de planificación estratégica o prospectiva de los distintos organismos o sectores que han invertido en tales investigaciones, a pesar de que estudios de largo plazo se realizan en nuestro país desde fines de los 50 como, por ejemplo, los reportes de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) con el Programa nacional de desarrollo económico 1961-1970; el Programa de transportes para Chile 1961-1970; o la Estrategia industrial para la década del 1970.

En este entendido, si se quiere realmente hablar de futuro, de anticipación, prospectiva y desarrollo, debe existir necesariamente articulación y cooperación, lo que significa, además, comprender que la planificación estratégica prospectiva requiere de gestión y constante monitoreo, sobre todo en relación a los diferentes organismos que puedan estar involucrados, tanto a nivel central como territorial.

Fomentar los estudios de futuro nacionales asociándolos a planificación estratégica y, a su vez, valorar nuestros propios saberes, nuestro capital social y académico, contextualizándolo en nuestra propia cultura y conocimiento, potenciando capacidades asociativamente y no en competencia –como un valor académico y sociocultural–, son cuestiones fundamentales para quebrar nuestra tendencia al casi desarrollo, tomando en serio la pregunta clásica: ¿hacia dónde nos dirigimos?

Finalmente, la invitación es a evitar visiones sesgadas o reduccionistas, comprendiendo que la complejidad que significa el mañana, más que repetir una y otra vez decisiones y desarticulaciones, implica cambiar el modo en que se observa y practica nuestro comportamiento e involucramiento real tanto en el quehacer de la ciencia como en el proceso de crecimiento de esa ciencia, la aplicación y la transmisión de la misma, generando valor y valores, dando paso así a gestiones que puedan trascender el hoy y produzcan impactos duraderos y un crecimiento constante y positivo en el tiempo.

Sobre la autora

Paola Aceituno Olivares. Magíster en Ciencia Política, diplomada en Prospectiva y Políticas Públicas y doctoranda en Ciencias de la Administración en la Universidad de Santiago de Chile. Es especialista e investigadora en prospectiva y políticas públicas. Ha publicado diferentes artículos en revistas especializadas y es autora de los libros: “Prospectiva: bases y práctica fundamental para la toma de decisiones” (UTEM, 2017), “Prospectiva estratégica: historia, desarrollo y experiencias en América del Sur” (UTEM, 2015) y “Prospectiva y partidos políticos: escenarios para los próximos 15 años en Chile” (RIL Editores, 2013). Actualmente es académica de la Facultad de Administración y Economía de la Universidad Tecnológica Metropolitana y editora de la “Revista de Estudios Políticos y Estratégicos” de la misma casa de estudios, además de vicepresidenta del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia y TopLink del World Economic Forum.

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